La historia de las mujeres. La historia*

 

Wally Moes (pintora y escritora alemana) 1856 - 1918. "A lesson of art".

Me gusta la historia, por eso la leía con avidez cuando pequeña, y por eso también, cuando una serie de casualidades de la vida me llevaron a la universidad, estudié para ser profesora de historia (casualidades de primerísima necesidad si creo en las palabras de la maravillosa historiadora María- Milagros Rivera Garretas, y le creo).

Aprendí, porque así me enseñaron, que las mujeres “irrumpieron” en la historia con valor y atrevimiento, que lo hicieron cada vez que fueron a la guerra, lucharon por y alcanzaron derechos políticos, reconocimiento legal, o murieron por los efectos de la radiación, salieron al mercado del trabajo, se aliaron a este u otro partido o lucha obrera, murieron en la guerrilla y se transformaron en la comandante “x” o la comandantA “y”.

Yo aplaudí esas muestras de valor, las busqué en aburridas e interminables cronologías de sangre y las atesoré a mi modo, en la memoria o cuadernos borroneados. Me sentí impresionada y pensé: es posible, nosotras también tenemos historia.

También aprendí que las mujeres podían ser objetos de la investigación histórica cuando se las trataba como tales: objetos. Y eran empujadas a subir al cadalso, o encadenadas como esclavas o tratadas en guerras, violadas, encerradas en burdeles, etc. Sobre mujeres en burdeles y sus prostituidores escribí dos largas tesis. El carnaval de la miseria femenina era otra forma de “entrar” en la historia. Y me lamenté y enfurecí.

En resumen, se podía decir que la historia de las mujeres era un acápite en la Historia. Y que sucedía cuando éstas eran capaces de ponerse al lado/del lado de los hombres, hacer sus cosas o acompañarlos.

Aunque lo entendí tardíamente (pero a tiempo) el hecho es que la verdad siempre estuvo a la vista, desplegada ante mis ojos. Solo que no había, aún faltaban, las palabras para nombrarla: la guerra es de los hombres, la política con poder que lleva a la guerra es de los hombres, y también es otra forma de guerra, como no dudan en afirmar ellos mismos orgullosos… La democracia, la joya de la corona fálica de la política masculina, es un juego de guerra, de correlaciones de fuerzas, una pausa entre los enfrentamientos armados, y las leyes que surgen de esos juegos, son de los hombres, el mercado es de los hombres, los partidos, políticos y deportivos, de los hombres…

¿Y la miseria?

Y esto es lo aún en muchas escuelas se considera y se enseña como Historia. Y es también lo que ha logrado hacerse llamar "historia" en la cultura. Y esto también me lo enseñaron: los hechos que son historia son los que han quedado huellas tangibles, monumentos, indicios… Mapas y estatuas, documentos, tradiciones, Estados, códigos, técnicas de destrucción, regueros de sangre, miseria, miseria, miseria.

Monumental y verificable miseria.

La cosa es que los hombres son capaces de arrancarse unos a otros los ojos, literal y figuradamente, con tal de dejar su huella. Ahora pienso que toda la historia del hombre no es más que un vestigio (sea éste espantoso o bello, los partenones no se salvan) del infantilismo narcisista masculino… Bueno, quizás no TODA, pero siendo generosa al menos el 99% de ella lo es.

La historia que nos dicen que es LA HISTORIA, es el gran relato de la necrofilia masculina. La exaltación de la muerte, de la que tan lúcidamente habló Mary Daly, está presente en todo lo que los hombres consideraran “historia”. Ya que no pueden dar vida, dan muerte.

Entonces, resultó que las mujeres necesitábamos participar del festín necrófilo para “entrar” a la historia. De esa forma, daba la sensación de que por milenios fuimos la mitad de la humanidad sin historia y que solo accediendo al banquete masculino logramos hacer y tener nuestra propia historia, codo a codo con los tipos. Es como para desanimarse, ¿no?

Pienso que la espectacularidad de un hecho es una medida muy pobre para decir que es y que no es “historia”.

 La otra verdad, la opuesta a la miseria monumental, es que la mayor parte de las actividades necesarias para posibilitar y mantener la vida, mayoritariamente llevadas a cabo por las mujeres en toda la historia y en todas las culturas, suelen ser efímeras, y no dejan vestigios monumentales ni huellas perdurables. Podrían pasar fácilmente al olvido, y así lo han hecho la mayoría de las veces. Casi no dejan huellas, excepto por el hecho ineludible de que la vida humana fue posible y se mantiene hasta nuestros días. No hace tanto escándalo la vida, no llega pateando la puerta.

Se trata de una verdad tranquila y cotidiana, enorme y profunda, que se escribe día a día y podemos experimentar en la rutina, mirando un poco, haciendo una pausa.

Entonces, pensé: me basta con ser consciente de mi propia existencia y la de otras, para afirmar sin temor a equivocarme que las mujeres han estado todo el tiempo en la historia, activas, presentes y llenas de grandeza femenina. Grandeza y espectacularidad no van de la mano.

Pero, además, si no bastara con la confirmación que nos entrega nuestra propia existencia, al menos algunas de esas huellas están si se las busca. Claro que no han sido muy buscadas, pero lo han sido. La misma María Milagros como historiadora, o la arqueóloga Marija Gimbutas, o Elizabeth Gould- Davies…

Dar a luz ya amamantar, ayudar a parir o a cuidar, tejer, bordar, sembrar, seleccionar semillas, cuidar animales, lavar el rostro de las niñas y niños, enseñar las palabras, desenredar el pelo de ancianos/as, cocinar, elaborar cerámicas, pintar las paredes de cuevas para entretener a los pequeños, escribir diarios, escribir memorias, cartas, experimentar con ingredientes, sabores y tipos de cocciones, crear y preservar recetas de comidas, limpiar la casa, etc., son actividades que pueden o no dejar huellas, pero que no podemos negar que se han llevado a cabo durante toda la historia.

Sobre todo, las tareas compartidas, las cosas femeninas como juntarse a cuidar crías o a lavar ropa, actividades por tanto tiempo despreciadas, incluso por el feminismo, que tantas veces se ha jugado su propia existencia en el juego de entrar a las grandes ligas masculinas, seguramente dieron lugar a largas conversaciones, confesiones, risas y conflictos, amistades, complicidades y amores. Y fue en esos murmullos, en esa labor paciente y cotidiana, que surgieron los vínculos que mantuvieron a la humanidad a salvo de la destrucción, o la reconstruyeron tras ella.

Esa política, la de las relaciones y la conversación, la política primera como han dicho las pensadoras de la diferencia sexual, está en el fondo de todo eso que ha sido llamado “historia”, y es la que nos ha mantenido vivas, muchas veces a pesar de esa “historia”.

 Pensando así, creo que por fin llegué a comprender una frase de María Milagros Rivera Garretas que por mucho tiempo me pareció enigmática: la historia de las mujeres es la historia.


 * Cuando tras una gran marcha, una elección, un acontecimiento masivo, apoteósico, alguien dice: “se hizo/hemos hecho historia”, pienso en estas cosas.



Comentarios

  1. la Historia de las mujeres es la Historia!! Y qué bueno saberlo no? Me hiciste recordar esa frase “históricas” del 8M qué crees?

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    1. Ah, ellas me han inspirado en gran parte. La idea de que la lucha en la arena de la política con poder es historia, hace historia, y que quienes la practican son "históricas", no puede si no hacerme pensar en la contraparte que NO es historia: cuidar a una bebé o conversar con amigas, leer, visitar la tumba de la madre... El feminismo mainstream se alimenta mucho del simbólico masculino de la apoteosis de la lucha y lo espectacular.

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  2. Gracias por tu artículo, me ha dado una perspectiva que no había pensado!! Y que de repente se me hace tan real y lógico.

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  3. Vuelvo a releer estas palabras tuyas y no puedo evitar sonreír. Pienso mucho en mis tías, en su vida y su legado tan bello y que cada vez que charlamos las escucho con los oídos bien atentos. Pasé mucho tiempo en esa dialéctica masculina y en la escalada al falo y no me daba cuenta de lo valioso que era/es para mí esas charlas en el bondi con mis amigas, las tardes de tomar mate en casa de mis tías o las tantas veces que fuimos a la plaza a tomar tererés con amigas. Lo sentía y no lo veía. Que hermosa tu escritura Doménica. 💓

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