Tu criatura

 



"Mis sentidos son tuyos, y con este como préstamo de tu carne ando por el mundo".

Gabriela Mistral.

Entiendo ahora que se trata también de ti, Laura. Es decir, que esto es algo que hicimos juntas, no en condiciones de igualdad, lo sé, porque afortunadamente, de la mano de otras, salí de la búsqueda del espejismo de la sororidad. Ambas estábamos ahí, tú como mi madre y yo como tu criatura. Y en esa disparidad insalvable y fecunda, me trajiste al mundo.

Sé que estabas sola y asustada mientras me esperabas, y mientras me parías, y cada vez que pienso en eso, me vienen unas ganas locas de abrazarte y consolarte por el pasado, por todo lo triste y doloroso y decirte que no, que no estabas sola porque yo estaba ahí. Inerme y pasiva, entre milagro y castigo, pero estaba. Pero ahora no es posible, y bueno, de alguna manera, cuando lo necesitaste, torpe y ciegamente, lo hice, cuando te acompañé a morir.

Pero yo soy tu criatura y sigo aquí, en el mundo, solo porque me trajiste hace 44 años. Me gustaría que lo supieras, que sigo y que ya soy grande. Y aún tuya, tu criatura. Que amo la vida y no le temo a la muerte, ni siquiera a la tuya, que ha sido mi herida más grande. 

Es cierto también que a veces siento la orfandad como algo muy real y crudo, inevitablemente, el mundo se siente un poco más hostil y yo más sola sin ti. A veces me gustaría contarte cosas, hacerte reír o tener una razón para enojarnos... 

Pero aprendí, verás, que siempre te llevo conmigo, que hay formas en que nunca me dejas y que nunca te dejaré.

Hay una cosa que siempre me lleva de vuelta a tu seno: es mi nombre. Cada vez que alguien lo dice, me corre un estremecimiento que me recuerda que me nombraste Doménica. No sé sí sabías exactamente lo que estabas haciendo, pero por dios, me obligas a ser yo a cada momento. Cada cierto tiempo alguien me comenta que nunca había conocido a “una doménica” y en silencio, me siento orgullosa de ti.

Como si me dieras un golpecito para que corrigiera mi postura, cada vez que me llaman en público tomo cierto aire de solemnidad… Es por ti, Mamá.

Entonces, eso es la eternidad: haber nacido y amado.

Por eso celebro, sí, por fin, después de tanto tiempo.

Porque se trata de nosotras, Laura, y no solo de mí.

Porque soy Doménica, tu criatura.

 

(Gracias por venir anoche a mis sueños).

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