La política y las mujeres: sobre el vaciamiento del separatismo como práctica feminista
¿De
qué sirven tantas reuniones, encuentros, eventos “separatistas” si las mujeres
reunidas llevan sobre sí toda la carga de los intereses y valores masculinos, y
de la política de los hombres, y su lógica de guerra y poder?
Hasta
hace un año o dos, en Chile (realidad que mejor conozco, aunque no descarto que
esto sea similar en otras latitudes), el realizar eventos exclusivos para
mujeres era objeto de arduos y amargos debates, ya que, por un lado, se
comprendía la necesidad de generar espacios de confianza y cercanía entre
mujeres, para hablar de los temas que nos importaban y comprometían, y por otro,
se alzaban voces que defendían que la inevitabilidad de la convivencia con los
hombres consagraba la necesidad de hacer política con ellos, seguidas de
reclamos como el deber de las mujeres de colaborar con su “deconstrucción”, o la
existencia de hombres buenos y mujeres malas, etc.
Sin
el auge mediático del feminismo alcanzado en los últimos tiempos, es evidente que
nunca hubiésemos salido de esa discusión. Ahora bien, los beneficios que
podemos obtener las mujeres de los auges mediáticos siempre pueden ser
engañosos o momentáneos. Me temo que en el caso del separatismo, se trata más
bien de un engaño… o autoengaño.
Hace
un tiempo, cuando me enteré de la discrepancia crítica que establecían las feministas
italianas de la diferencia entre el separatismo,
al que calificaban de ideológico e inauténtico, y la separación o el estar
separadas, como una práctica y una forma de dar continuidad a la política
en la vida de las mujeres, me sorprendí, no comprendí bien y hasta me molesté
un poco. Me molesté porque me sentí cuestionada, remecida, ya que yo era una
militante del separatismo y había encontrado en él un oasis en el que
encontrarme conmigo misma a través de mi encuentro con las otras.
Participé
en una organización política de izquierda y en reuniones exclusivas de mujeres (las
que también impulsé). Y con todo lo bueno, que es real y aprecio mucho hasta
hoy, que logramos aprender en esos espacios, con la distancia del tiempo y con
lo vivido, sé que habríamos ganado mucho más y sido más felices si no
hubiésemos necesitado la excusa de la política mixta para juntarnos.
Creo
que hoy puedo entender mejor a qué se referían las feministas de la diferencia,
y estoy de acuerdo con ellas. Lo que veo pasar solo puedo entenderlo desde esa
lectura, ya que la izquierda partidista se ha arrojado como depredador
hambriento sobre el feminismo, y sobre el separatismo, y está sacando todas las
ventajas que puede.
Lo
que ha hecho la izquierda es plagiar las formas del separatismo como estrategia
feminista, que sin negar sus limitaciones ideológicas, dentro del feminismo a
secas, al menos sí se centraba en las
mujeres, para arrojarla a las fauces de sus intereses, con la ventaja de que
ahora ya no se discute, porque se piensa que basta con no tener la presencia
física de hombres en determinados espacios para que el asunto se vuelva “cosa
de mujeres”.
Pero
si las reuniones separatistas son eventos para mejorar la política de la
izquierda, para organizar la colaboración con la revolución… solo se
transforman en una demostración de la profunda lealtad que mantienen ciertas
mujeres hacia los hombres. No hay más que engaño en este separatismo
ideológico, que reúne a mujeres para garantizar que sigan fielmente alineadas a
la política de los hombres y alienadas de sí mismas. Si van a hablar de
marchas, paros y consignas, y si van a organizar las efemérides patriarcales y
pintar los lienzos para conmemorarlos, no están haciendo otra cosa más que actuar
como títeres del gran ventrílocuo que resulta ser el orden masculino del mundo.
Fuente: https://resumen.cl/articulos/tomas-feministas-separatistas-universidades-este-es-espacio-seguro-para-nosotras Fotografías de Facultades movilizadas en la Universidad de Concepción vía: @GraficaKallwe
Las
mujeres que participan en esos espacios, son en su mayoría mujeres de izquierda, con curiosidad
o simpatía por el feminismo (que pueden ser muy honestas), pero toda su
historia política, su formación y su forma de comprender la política y de practicarla,
están firmemente ancladas en la lógica de guerra del patriarcado de los hombres,
y de esa forma defienden la necesidad estratégica de “ocupar” todos los
espacios y disputar el poder con ellos.
Su
poder, pues, el de los hombres, ¿es posible disputárselo? Más que disputar “con”
los hombres, sirve como ya han señalado tantas feministas, Pisano y Lorde entre
ellas, para remodelar el patriarcado, refaccionarlo para que siga funcionando y
agudizando su fracaso con nuestra venia. Y nos sumamos a él alegremente,
convencidas de estar cambiando algo. ¿Acaso no son herramientas del amo las
elecciones y los partidos políticos? Lo que hacen en realidad es disputar el
poder del feminismo para los hombres.
Lo
que suele suceder es que estos eventos juntan a las mujeres del partido o del
movimiento X, y abordan los “temas de las mujeres” en la agenda de la
organización masculina. Típicamente igualitarios, heterosexuales, no salen del
aborto como derecho y de la reivindicación de identidades, del empoderamiento,
reclamos por igualdad salarial o por “violencia de género”, manteniendo intacto
el orden masculino y desechando cualquier posibilidad de creación genuina entre mujeres.
Los
encuentros se desarrollan siguiendo impecablemente las lógicas, intereses,
temas y objetivos de los hombres, incluidas las actitudes agresivas y de
desprecio y estigmatización hacia las mujeres que no quieren participar de esa
política masculina en su versión suavizada.
Y
terminado el paréntesis separatista, se regresa a la vida real, a hacer la
política real con los compañeros y pensar como incorporar las “demandas” de las
mujeres en el programa, preparar la candidatura, etc. Pura forma, pura
ideología y penoso autoengaño. La principal ganancia que la política
de la izquierda obtiene de estas prácticas, es su legitimación. Por su parte,
las mujeres de izquierda suelen atribuirse una dudosa representatividad “feminista”
o nombrarse voceras de una serie de grupos de mujeres… Y esa es justamente la forma en
que se supone que las mujeres feministas en general estamos
de acuerdo con el juego de poder de los hombres, a través de su adhesión al juego.
Y
aquí tenemos otro grave problema, ya que pensar la política como juego de
representaciones es uno de los pilares de las dinámicas masculinas de disputa
del poder. Y viendo el aparatoso fracaso de las democracias liberales, su
corrupción, habría que hacerse una vez más la pregunta de Lonzi: ¿queremos
participar de la gran derrota del hombre?
Será
necesario aclarar que no escribo esto con la intención de criticar la
participación de las mujeres en la política con poder en general, ni a las
mujeres de izquierda, pueden hacer lo que quieran pues no tengo el deseo ni el
poder para impedirles hacer algo. Mi objetivo es criticar el uso que las
mujeres interesadas en la política de los hombres están haciendo de ideas y
prácticas feministas y en su pretensión de representar a otras.
Creo
que las ambiciones y los intereses político-electorales de las mujeres pueden
ser perfectamente legítimas, con la condición de que sean honestas y que no se
pretenda una representatividad que no les ha sido concedida, por parte de las
demás mujeres y de las feministas en general (con todas nuestras diferencias,
esa representatividad resulta casi imposible).
Una
de las características más definitorias y alegres de la política de las
mujeres, es la de dar continuidad a todos los ámbitos de la vida, no solo
comprender las determinantes del poder sobre nuestra vida privada, sino también
que la vida privada, la cotidianidad son políticas en un sentido creador y
libre. Y por esto, en mi junta de mate y lectura con amigas, hago una política
que no pretende robarle la voz a otras, ni presentar candidatas.
Gracias una vez más, Carla Lonzi.
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