Un tesoro

Un pasado insignificante: un par de décadas, breves décadas, y al mismo tiempo, un pasado remoto y misterioso: la infancia...

Insignificante en términos históricos, procesuales, universales, en el gran relato hipotético de las grandes obras de la humanidad, las guerras y los gobiernos de los hombres, las matanzas y las epidemias y todas las ferocidades documentadas, contadas y contables. Pero para una mujer que desespera, yerra y busca, la infancia puede ser un tiempo deseado, tal vez temido, pero nunca indiferente, siempre fecundo y muchas veces añorado.

Kathe Kollwitz- Mutter (Las Madres), 1919.


¿Qué hay o quién está en ese pasado, esperando? ¿qué respuestas, miradas, caricias?
La Madre, la "Mamá", pero también está la Hija. Mi madre, y yo como hija.

Deseadas y perdidas, lejanas, estamos juntas.
Estamos inalcanzables, más allá de estas manos torpes y deseantes, aunque muy adentro y abajo, como tensionando al (mi) mundo mudamente. Como un tesoro enterrado, en este caso, literal.

Sin embargo, hay un intento constante por reconstruir el camino, o al menos, el mapa hasta esos territorios. Y recuperar algo valioso, una clave, una luz, un gesto. ¿Cómo es que se quiere, cómo se besa, cómo se confía, cómo se acerca el cuerpo a otro cuerpo, cómo se dice te quiero, cómo se pronuncia "mamá", mujer, amor...?
Esa búsqueda está en la escritura. El intento de escribir una historia, mi historia, con una fuente que apenas abarca parte de una vida vivida, un registro mínimo, pero fecundo. Una búsqueda que confía su suerte a la fragilidad de la memoria, apuesta al amor por los recuerdos, por la verdad. Confiada al amor, finalmente.

Pero además, se trata de una memoria fluctuante, cuyo paisaje cambia con el paso del tiempo, porque  las hijas olvidamos y recordamos de acuerdo al ritmo de nuestra propia historia, la viva (hablo como una de ellas, no puedo hablar por las madres pues no lo soy). Y hay punzadas que tocan determinadas fibras, y pequeñas tragedias que sacuden otras, y alegrías y ternuras, hambres, que iluminan zonas diferentes, preguntas cuyas respuestas pueden estar aquí o allá.

La necesidad, sobre todo. La pregunta actual, la vital, la única que merece respuesta. Cómo amar, acercarse, entregarse, la ternura, la intimidad, la sonrisa y la risa, ¿cómo?

Entonces se trata de reencontrar un hilo fino y frágil, cuyo poder ha sido mucho tiempo ignorado, olvidado, negado, y que debe soportar el peso de una vida de mujer.
Un hilo que se desliza de la Madre a la Hija, y de la Hija, una Hija como todas (incluidas las madres, no olvido eso), a la Madre, y desde allí hasta el presente. Hasta llegar a la mujer que soy ahora, y con suerte, a la otra, la amada, y también a algo más grande que podría ser un nosotras. El presente, la vida aquí.

Para Laura, a quien nunca dije "mamá".

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