Querida feminista "odiapacas": el patriarcado son los hombres
Imagen: Fabián Barría. Santiago de Chile.
"La paca la paca la paca"... Copio aquí algunas de las consignas que he
leído sobre este asunto que parece interesar a mucho del feminismo que está
ahora en las calles de Chile: “Gorda y puta pero nunca yuta”; “Más putas menos
pacas”, “La paca es enemiga, asesina y VIOLADORA”.
¿Es feminista celebrar el estar accesibles sexualmente a los hombres, al
tiempo que se alimenta el odio hacia ciertos grupos de mujeres y se borra la
diferencia sexual?
A ver, voy a tratar de poner algo de orden a mis ideas,
porque considero eso un discurso misógino y profundamente antifeminista (¿o es
que hay un feminismo misógino?).
Las mujeres que participan de instituciones estatales patriarcales están
alienadas, erradas, alejadas de sí mismas y de las otras mujeres. Para mí, son
vaginales*, no tengo duda.
¿Son feministas, son nuestras amigas?
Pues, no.
También hay una enorme cantidad de mujeres que sin pertenecer a estas
instituciones no son ni feministas ni amigables con el feminismo. Así mismo, y
esto me parece mucho más grave, muchas de las que se denominan ‘feministas’
defienden ideas y prácticas misóginas dignas de análisis, como la pornografía,
la compra-venta de niñas y niños (conocida como "vientres de
alquiler"), la prostitución, el transactivismo, etc. Vaginalidad
nuevamente, ruidosa y pretensiosa, incluso de “representación”.
Frente a muchas de esas expresiones, nada ni nadie nos puede obligar a callar (aunque hay quienes nos quieren calladas), pero si nos consideramos feministas, el análisis o la comprensión que tengamos de este colaboracionismo femenino con la supremacía masculina necesita ser algo más complejo que el odio, o peor aún, y esto es algo que he visto repetido en las consignas "odia pacas", e implica muchas aristas, la idea de que las mujeres policías son “iguales” a sus pares hombres, y que se use el equipararlas a los hombres para llamar a violentarlas o justificar que esto suceda, denigrarlas con insultos misóginos, o legitimar otras prácticas misóginas y denigrantes contra nosotras mismas comparándolas con "ser paca" y considerándolas mejores.
¿De qué prácticas hablo? De estar disponibles y adherir al modelo sexual
depredador, falocéntrico y coitocéntrico de los hombres: "gorda y puta,
nunca yuta"; "más putas, menos pacas". La asunción de la propia
denigración como "identidad", es vista como preferible antes que ser
policía...
¿Esto es feminista?
Para comenzar, se trata de una falsa dicotomía, primero, porque no son esas las únicas opciones y segundo, porque no son tan diferentes una de la otra. Ambas implican servir a los hombres, aunque la forma de hacerlo cambie. Intentaré desarrollar esta idea más adelante.
Si la crítica (por darle un nombre a estos insultos) tiene por objetivo
visibilizar y denunciar la colaboración de determinadas mujeres en las instituciones
del patriarcado, no se explica por qué esta crítica se reduce a las
instituciones policiales y no se amplía a otros sectores. Por dar un ejemplo,
si bien es cierto que las policías son el brazo armado de la estructura
represora del Estado, la verdad es que esa represión obedece a todo un
entramado mucho más complejo y amplio, que incluye a los partidos políticos, de
derecha a izquierda. Esto ha quedado demostrado en Chile, desde el inicio de la
revuelta social, a través de la promulgación de una serie de leyes
criminalizadoras de la protesta que solo pudieron ser aprobadas por el amplio apoyo con que contó el Gobierno en el Parlamento. Y aquí, una vez más, las “fuerzas
progresistas” (cuya misoginia es de terror) aún con todas las excusas que salieron
a dar, permitieron que esto sucediera, es más, trabajaron para que sucediera.
¿Hay insultos y amenazas para las mujeres de los “partidos progresistas”?
Si no los hay todavía, ¿es feminista que nos pongamos en campaña para
agregarlas al coro del odio?
Las causas por las que la mayoría de esas mujeres están en los partidos
políticos son variadas y no podemos desconocer que algunas, sobre todo las
pertenecientes a las denominadas “bases” (que suelen actuar a nivel local y sin
participar en la distribución del poder real), son bienintencionadas y están «sujetas»,
en el sentido opresivo del término, a las dinámicas de las instituciones a las
que pertenecen.
Yo las he criticado duramente, y lo seguiré haciendo, en todos los
espacios a los que tengo acceso y cada vez que piense que la situación lo
requiere. Porque políticamente lo amerita. Las critico como mujer, como
feminista y desde la mirada que el feminismo que practico me otorga. No las
insulto, ni les deseo agresiones, o la muerte, o ser víctimas de ninguna forma.
Otro aspecto a revisar, y esto me toca más profundamente porque creo que
tiene que ver con el grado en que la colonización masculina nos secuestra la
subjetividad, la vida íntima, es apelar a ideas que sustentan al patriarcado
para establecer una suerte de superioridad respecto a las otras. Ideas como:
que nos gusta la penetración, que somos “putas”, que ser libre para una mujer
es igual a disfrutar el coito y estar sexualmente disponible para los hombres, que
buscamos y deseamos a los hombres como prueba de nuestra libertad. Esto es
desconocer totalmente una parte importante del conocimiento feminista respecto
a la dominación sexual masculina y al análisis de la heterosexualidad como una institución
misógina fundante del patriarcado. Ni siquiera se está tomando en cuenta la
aplastante y cotidiana evidencia de la violencia sexual de los hombres contra
las mujeres y las niñas.
Me parece tremendamente insensible, insultante y mezquino que se intente
reivindicar el apelativo misógino de “puta” como signo de libertad femenina, y
me parece peor aun conociendo de cerca la situación de las mujeres que han sido
y son empujadas por la violencia desnuda o la violencia de la miseria económica,
a prostituirse, incluidas niñas, y con especial énfasis, ya que les gusta
hablar de diferencias entre mujeres, en mujeres y niñas extremadamente pobres,
mayoritariamente pertenecientes a países de África, Asia y Latinoamérica.
Por otra parte, decir que las “pacas” son VIOLADORAS no solo es una
mentira respecto a estas mujeres en específico, sino que es abrir la puerta a
la idea de que las mujeres, y cualquiera de nosotras, puede ser violadora, y es
desconocer, una vez más, la enorme diferencia que hay entre ser mujer u hombre.
La violación es una práctica de los hombres, y les es exclusiva, funciona como una acto fundacional del patriarcado, y en las lógicas masculinas, pone a todas las mujeres bajo la amenaza de ser violadas. Para llevarla a cabo, los hombres usan sus penes como armas, y ese uso es el que establece la insalvable condición del violador: es un hombre, son los hombres. Esto no quiere decir que no haya casos aislados, acotados y puntuales en que una mujer cometa abusos sexuales, probablemente contra otra mujer, pero esto nunca calificaría como 'violación', ya que el acto de colonización penetrativa del cuerpo de la víctima adquiere su dimensión violenta, humillante, y peligrosa en sus posibles consecuencias, como el embarazo o la transmisión de enfermedades, solo con la utilización de un pene
La violación es una práctica de los hombres, y les es exclusiva, funciona como una acto fundacional del patriarcado, y en las lógicas masculinas, pone a todas las mujeres bajo la amenaza de ser violadas. Para llevarla a cabo, los hombres usan sus penes como armas, y ese uso es el que establece la insalvable condición del violador: es un hombre, son los hombres. Esto no quiere decir que no haya casos aislados, acotados y puntuales en que una mujer cometa abusos sexuales, probablemente contra otra mujer, pero esto nunca calificaría como 'violación', ya que el acto de colonización penetrativa del cuerpo de la víctima adquiere su dimensión violenta, humillante, y peligrosa en sus posibles consecuencias, como el embarazo o la transmisión de enfermedades, solo con la utilización de un pene
Además, si vemos desde un enfoque feminista el rol que ha tenido la
violación en el desarrollo del patriarcado, podemos apreciar sus implicaciones propiamente
patriarcales, masculinas, misóginas, en sus diversos caracteres: “correctivas”,
terroristas, de cobro de botín, de marcado de propiedad (así se funda el
matrimonio, el violador viola a la mujer y la adquiere como esposa), de “limpieza
étnica” (violaciones masivas de mujeres de pueblos derrotados llevadas a cabo
por soldados del ejército vencedor con el fin de embarazarlas), como acto de castigo/escarmiento, etc.
En general, aunque la participación de mujeres en instituciones
patriarcales me parece grave y contraproducente para nuestros intereses, logro comprender que la gran mayoría
de ellas está allí por las razones equivocadas, y aunque hay algunas que eligen
'colaborar', entiendo que entre sus razones cabe el miedo, la falta de opciones
materiales, y más generalizadamente, la idea dominante de que no hay nada fuera
del mundo de los hombres.
El deseo de arreglarlo, pues, a este mundo decadente, es ampliamente
esgrimido entre mujeres de izquierda a las que aprecio y respeto. Si bien no
dejo de decirles que considero que están erradas, no las odio ni las expongo al
odio de los hombres. Les doy el beneficio de la duda, y, sobre todo, pongo en
primer lugar el hecho de que son mujeres. Exponer, odiar, agredir a las mujeres
es misoginia. ¿Hay una misoginia aceptable, hay mujeres respecto a las que está bien ser misógina, es 'feminista' serlo con algunas?
Las mujeres no somos como los hombres en ningún sentido, aunque algunas
quieran la igualdad, y aunque otras se inserten en sus instituciones (acá no
puedo dejar de pensar en todas las denuncias de acoso, y hasta violaciones de
pacos sobre mujeres policía que hemos conocido en los últimos años), el nivel
de la violencia, del poder que puedan ejercer, la forma que estos adquieran,
será diferente respecto a la de los hombres de la misma institución. Y lo es. Es
un hecho perfectamente comprobable si se sigue la información disponible
relacionada con todas las agresiones que ha cometido la policía chilena desde
el inicio de la revuelta: asesinatos, todo tipo de torturas, incluida la
sexual, secuestros, etc., han sido hombres.
A veces la contingencia no deja pensar en profundidad, pero en otras,
sirve para abordar temas más profundos, para mí, estamos ante un asunto
totalmente central del feminismo actual: la necesidad de reconocernos la
autoridad para diferenciar entre hombres y mujeres. Y comprender que ellos SON
el patriarcado, mejor, como dijo Mary Daly: “El patriarcado es la patria de los
hombres, es su tierra de origen y los hombres son sus agentes”**.
Ser mujer, ser mujer es otra cosa, las mujeres somos otra cosa y lo que
queremos, nuestra libertad, pasa por limpiar nuestro camino de cobardías, de odios
impensados, de rencores inconfesados, mezquindades y autoengaños.
* La vaginalidad rápidamente explicada, es la identificación con los hombres, sobre todo su modelo sexual falocéntrico y coital. La descubridora de esta brillante figura es Carla Lonzi, con su clásico: "La mujer clitórica y la mujer vaginal". Por su parte, María Milagros Rivera Garretas, ha hecho desarrollos muy interesantes al respecto, recomiendo su última columna disponible en: http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/10/250/?fbclid=IwAR3gAZ2vgdQGE4cy2qbEbyKHbLyVA7WA_7mvrdf8u9yutd-nblS-IhiDCGs.
** En "Gyn/Ecology", no está traducido al castellano y es fácil de conseguir en internet. Debo esta traducción a una de mis contactos en Facebook: Paula Manigua.
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